Sé que no soportas
mis versos alicatados,
mis aires de gatoflauta.
Y deja de hablarme
en
imbecisílabo
y búscate
un trabajo,
que yo también sé
sembrar
mariposas
en los corazones
del mundo.
Y deja
los putos libros
y
desnúdame
de
una
puta
vez,
que Dostoievsky
no va a hacer
que se te ponga
dura.
Y la próxima
camisa
que te la compre
James Joyce.
Y los gayumbos
te los va a
lavar
el jodido
Arcipreste de Hita.
Que te sabes
toda
la maldita
Generación
del
treintainosecuántos
y no
te acuerdas
del día
de mi cumpleaños.
¿Qué tendrá
Brontë
que no tenga
yo?
¿Qué
tendrá
Pizarnik?
¿Quieres
dejar de leer
y mirarme
las tetas?
¿O voy a
tener
que escribir
encima
para que
las mires?
Es entonces
cuando cierro
el libro
y pienso
lo bella
que estarías
con aquellos
versos
de Pizarnik
escritos
sobre tus pechos:
"Una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos"
Y QUÉ BELLA ESTARÍAS.
Bella
como
Escila,
bella
como
Anfibesna.
Como
Circe
y Salomé.
Bella
como sólo
bella puede ser
una mujer
que habla sin flores
y abraza sin tildes,
que besa
con dientes
y muerde
caricias,
y que destroza
con sus andares
el jardín de las Hespérides.
(11-XII-13)
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